Cristian Celedón es psicólogo, especialista en educación y voluntario de Fundación Trascender desde hace más de 10 años. Su último proyecto de voluntariado fue una capacitación al equipo de la fundación sobre educación virtual, lo que nos ha permitido adaptar nuestros programas al modo online sin perder de vista los objetivos de aprendizaje y el impacto de los mismos. Cuando lo contactamos no dudó en sumarse al proyecto, así como lo ha hecho en muchas ocasiones anteriormente. Y es porque entiende que el voluntariado, ya sea desde la entrega de tiempo, trabajo o conocimientos, es una valiosa forma de aportar en las causas que más le mueven o motivan.
Las organizaciones de la sociedad civil, tanto en Chile como en el resto del mundo, están formadas por voluntarios como Cristián. Nacen por la perseverancia, compromiso y, en muchos casos tozudez, de personas que voluntariamente levantan una bandera que refleja alguna carencia a la que ni el Estado ni el privado han podido dar respuesta. Es un sector que se ha construido sobre un ADN basado en la colaboración y la resiliencia, dos armas clave que hoy debemos emplear para enfrentar la actual pandemia viral.
Desde que apareció el primer caso confirmado de Covid-19 en Chile, nuestra vida, como la conocíamos, ha dado un vuelco en 180 grados, de manera tal que nadie tiene certeza de dónde terminará. Hemos debido cambiar muchas cosas a las que estábamos acostumbrados y de seguro vendrán otras más que aún no imaginamos. Familia, amigos, trabajo, colegio y rutinas personales se han adaptado con tal de que puedan seguir operando en esta “nueva realidad”. En este contexto, las herramientas y habilidades que las organizaciones de la sociedad civil han desarrollado durante décadas se convierten en esenciales, en especial, las ya mencionadas colaboración y resiliencia.
El llamado desde la sociedad civil es a no olvidarnos de las organizaciones sociales, porque somos un sector que enfoca su trabajo en los grupos más postergados de la sociedad, tendiendo una mano de apoyo donde el Estado no llega. El apoyo financiero es clave, pero no lo es todo. Solos no lo podemos lograr. Necesitamos de la colaboración de todos esos voluntarios que, en tiempos de paz y sobre todo de crisis, han puesto su voluntad, tiempo, trabajo y conocimientos al servicio de las organizaciones de la sociedad civil y sus programas.
Hoy son más de 230 mil organizaciones sin fines de lucro en Chile, que aportan al país en áreas tan diversas como desarrollo social, educación, vivienda, salud y medio ambiente, entre otras, beneficiando a cerca de 3,5 millones de personas que se encuentran dentro del 20% de la población bajo el nivel de la pobreza multidimensional, según la última Casen. Alrededor de todas esas organizaciones, encontramos cientos de miles de personas voluntarias, quienes representan el corazón de los programas que se ejecutan. Sin duda, ellas son el motor de la sociedad civil, son quienes nos permiten hacer lo que hacemos con el toque justo de amor y profesionalismo.
De acuerdo a la última encuesta de Fundación Trascender, el 15% de los chilenos y chilenas se involucra en actividades de voluntariado de forma permanente (al menos una vez al mes), lo que se puede traducir en alrededor de 2,8 millones de personas. Son esas personas las que entienden que el voluntariado no es simple acción social, sino que una válida y poderosa forma de participación ciudadana. Es el derecho a activarse como voluntario, más que un deber.
Existe un acuerdo transversal en que esta pandemia roerá nuestro frágil desarrollo social y económico durante un largo tiempo, aumentando la cantidad de hogares que necesitarán protección social. La resistencia, por ende, más allá de lo técnico, estará en nuestra capacidad de colaborar y adaptarnos a nuevos escenarios. Tal como lo hizo Cristián en su último proyecto de voluntariado y como, de seguro, lo harán muchos más voluntarios con fuerte compromiso social.
El llamado entonces es a darle un marco legal regulatorio adecuado al voluntariado en Chile. Luego de años de discusión, es hora de avanzar hacia mecanismos formales que aseguren la formación, promoción y visibilización de esta noble forma de participación ciudadana. Mecanismos que nos ayuden a hacer crecer la cantidad de personas que se camisetean por alguna causa, pero que lo hagan con los resguardos correspondientes. Son millones las personas voluntarias en Chile que se lo merecen.