Viajar, en micro, bus, colectivo, taxi, Uber, barcaza, avión, incluso a pie, siempre me ha parecido una aventura. El sólo hecho de desplazarse por un lugar distinto al habitual me fascina tanto como ver una buena película de fantasía o comer chocolates. El destino no necesariamente me importa; si disfrutas el camino siempre habrá recompensas.
Me gusta viajar preparado, aunque el trayecto sea de 20 minutos. Música y audífonos, libro por si hay espera, siempre ropa de lluvia (hábito penquista) y el infaltable trabajo pendiente. Tal vez por esta manía de estar siempre listo la posibilidad de representar a Trascender en Ciudad de México me descolocó a tal nivel que estuve a punto de ceder mi lugar apenas supe que era un eventual candidato.
La decisión final del generoso equipo me tomó en el aeropuerto de Santiago, camino a apoyar por unos días a nuestra oficina en Antofagasta. Con el viaje en curso me daba por pagado para el año entero, pero el destino me dio un plazo de dos semanas para embarcar nuevamente. Con poca claridad sobre el evento y sin pasaporte, casi me quedo abajo por no estar preparado. Pero me equivocaba. El pasaporte salió rápido gracias a la eficiencia del Servicio de Registro Civil e Identificación, y mi mejor preparación fue tomar los 17 años de experiencia de Fundación Trascender fomentando el voluntariado profesional y el voluntariado corporativo para la profesionalización de organizaciones sociales.
Así, la tercera versión del Latin America Pro Bono Summit nos recibió a mí y mi compañera santiaguina con los brazos abiertos. Un día de preparación y dos días de evento, una presentación nuestra por jornada, y el resto sólo era sumarse para lo que fuésemos útiles. Fácil.
Lo primero que nos sorprendió fue la simpatía de las miembros de la red, cuya mayoría son mujeres. Osmia de Perú, Phomenta y Atados de Brasil, Moving Worlds de Colombia, Social Work de España, Pixera Global y Pro Bono Venture, nuestras anfitrionas en México. Lo segundo llamativo fue la motivación por promover el Pro Bono como la mejor metodología de voluntariado corporativo y, tal vez, de inversión social privada. Lo tercero, consecuencia de lo anterior, fue el ánimo de compartir visiones, experiencias, metodologías e incluso proyectos. Palabras como la colaboración y el networking pasaban de ser meros conceptos, pareciendo más bien principios o paradigmas de trabajo.
El Latin America Pro Bono Summit convocó a más de 80 representantes de organizaciones sociales de México y a cerca de 30 representantes de empresas privadas. Los speakers fuimos representantes de la Global Pro Bono Network, organizaciones sociales beneficiadas en programas Pro Bono, además de colaboradores y ejecutivos de monstruos corporativos como IBM, 3M, Johnson & Johnson, y el gigante informático SAP. La diversidad de presentaciones, paneles, preguntas, intercambios de contactos, conversaciones de café, almuerzo y pasillo, redundaban en torno a sólo dos conceptos TRIPLE IMPACTO y TALENTO.
Sorprende cuando un representante de una empresa privada dice sin tapujos que en su compañía no son buenos. Fue un ejecutivo de 3M, participante de un programa Pro Bono en beneficio de una organización educacional, quien dijo que su empresa no se dedicaba a hacer el bien, sino a la rentabilidad económica a través de la innovación. En esas simples palabras nos dio luces de lo que significa triple impacto: una experiencia transformadora para el colaborador participante; una compañía que gana un trabajador fidelizado, con un mayor insight y nuevas skills; y una organización social que obtiene herramientas de gestión por las que no podría pagar ni con un año de sueldo de su director ejecutivo. Empresa 2, sociedad 1, si le sumamos que 3M apuesta a la innovación no sólo en su operación, sino que también en su relación con el medio, tal vez merezca otro medio punto. Claro que no son buenos, sólo son inteligentes.
Ahora quiero ir al meollo del asunto: el talento. Para mí, a estas alturas es obvio, pero es justo que lo explique. Al margen de los recursos económicos que puedan invertirse en un programa de esta naturaleza, el principal valor de los proyectos Pro Bono está en el talento que la empresa pueda poner a disposición de una organización o un proyecto social, en el talento que crece en un colaborador que se motiva por una causa social, y en el talento de una organización social que con cuatro personas hace el trabajo de diez. Para no quedar fuera, también debe existir talento en el intermediario Pro Bono (sí, como Trascender), que debe construir una relación virtuosa entre asesores y asesorados, para que nadie pierda su valioso tiempo. Es por esto por lo que el futuro de la inversión social se llama talento.
De los taquitos que me comí, los shots de aguardiente que me tomé, y las mexicanas y mexicanos que conocí les puedo hablar en otra ocasión. Sólo permítanme una recomendación, si su trabajo les permite viajar, aunque sea dentro de Chile, no lo duden ni por un momento; hay más aprendizaje en un viaje laboral que en meses de capacitación, sólo anticipen estar siempre preparados.